Siglas como CETA, TTIP o TTP marcan la agenda económica mundial. Del éxito de las negociaciones, pende el grado de desarrollo de la agricultura y ganadería comunitaria.
TTIP, CETA o TTP son siglas que esconden tras de sí muchas horas de negociaciones, en ocasiones fallidas o interrumpidas, para cerrar acuerdos comerciales internacionales que faciliten el flujo de grandes volúmenes de productos -entre ellos los agroalimentarios- a arancel cero o reducido.
Hoy en día, no hay agenda política y económica de cualquier potencia mundial que no contenga aspectos relativos a los convenios comerciales y a las implicaciones para cada uno de los sectores económicos tanto en el ámbito nacional como internacional.
En este sentido, el sector agroalimentario es uno de los más interesados en analizar sus posibles efectos y prepararse para ellos. Un reciente estudio de la Comisión Europea puso de relieve que estos acuerdos contribuyen a incrementar las ventas y apoyar el empleo en el agroalimentario.
El propio comisario europeo de Agricultura Phil Hogan detalló, tras conocer este informe, que tres de los últimos acuerdos rubricados con México, Corea del Sur y Suiza han permitido incrementar las exportaciones agroalimentarias de la Unión Europea (UE) en más de 1.000 millones de euros y que ello ayuda a mantener “miles de puestos de trabajo”.
Sector sensible
El agroalimentario es, eso sí, especialmente sensible a las condiciones recogidas en estos acuerdos, ya que el sector europeo se plantea numerosas incógnitas sobre si sus producciones competirán en igualdad de condiciones.

En ese sentido, el portavoz de la Oficina de la Comisión Europea en España, Dimitri Barua, asegura que, efectivamente, son sectores “sensibles” sobre los que hay que tener mayores cotas de protección. En acuerdos como el CETA (UE-Canadá) -aún a falta de ratificar por cada país comunitario- o el TTIP (UE-EEUU) -ahora en punto muerto- la idea pasa por establecer cuotas tarifarias en productos ganaderos. Se trata de “hacer concesiones pero de forma limitada”, apunta.
No obstante, los acuerdos son vistos con buenos ojos por sectores como el vinícola. Desde La Seca (Valladolid), la bodega Cuatro Rayas exporta a más de 60 países. Desde su departamento de Exportación, Laura Calleja considera que estos acuerdos son “beneficiosos” porque “todo lo que signifique eliminar barreras, incentivan y ayudan” a las ventas en el exterior.
Cuatro Rayas quiere abrir nuevos mercados en África y, según Calleja, toda la labor se facilitaría si precisamente la UE negociara con destinos de esa parte del mundo.
Visión de la ganadería
La ganadería ve con expectativas pero con preocupación los tratados, entre otras cuestiones por los temas relativos con la sanidad y el bienestar animal. Pero también los ven como una posibilidad de negocio. En Pozoantiguo (Zamora), uno de los socios de la cooperativa de ovino “La Manchada”, Carlos Navarro, muestra su disposición a entrar en el mercado exportador de animales vivos.
Ya han superado los requisitos de sanidad y control de ganado pertinentes y ahora el futuro pasa por abrir mercados en países árabes donde los corderos vivos de España son un auténtico reclamo. Y para facilitar ese proceso, Navarro ve que cerrar acuerdos comerciales son una mano que les puede ayudar a hacerse presentes en el mismo.
El comercio mundial no se puede entender ya sin los acuerdos y tratados de libre comercio. Son pactos cuyo grado de éxito depende de auténticos maratones de negociación política, económica y social para que el resultado final satisfaga los intereses de todas las partes involucradas.