El sector agroalimentario ha tenido -y tiene- un papel protagonista en la evolución de la economía y el empleo comunitarios. Pero se enfrenta a difíciles retos tanto en el campo, como en el resto de los eslabones de la cadena alimentaria.
La actividad agrícola, por ejemplo, da trabajo directo a diez millones de europeos, un 5 % del total. Pero es un sector que envejece y el trabajo se realiza, principalmente, en explotaciones familiares. Pierde mano de obra a un ritmo vertiginoso, unos cinco millones de personas desde el año 2000.
Uno de sus más acuciantes problemas, por tanto, es el envejecimiento de la mano de obra agrícola. Las últimas cifras facilitadas por la Unión Europea (UE) reflejan que solo el 6 % de las explotaciones agrícolas tiene al mando a un profesional de menos de 35 años.
Los jóvenes
Por ello, la actual programación de la Política Agraria Común (PAC) tiene entre sus objetivos promover la creación de puestos de trabajo y frenar la falta de relevo generacional, principalmente a través del segundo pilar. Hay 118 programas de desarrollo rural aprobados para este periodo -18 de ellos en España-, con un valor superior a 99.600 millones de euros.
El secretario general de Agricultura y Alimentación del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Carlos Cabanas, califica como “fundamental” la incorporación de jóvenes al sector agrario para el futuro del conjunto del sector agroalimentario. “Hemos trabajado para hacer más atractivo el campo y dar más incentivos a los jóvenes”, añade. Los Programas de Desarrollo rural en España va a incentivar “dimensionar las cooperativas, las inversiones en regadío o la modernización de las explotaciones” un conjunto de medidas “para mantener el tejido social en nuestros pueblos” explica.
Se destinarán 5.300 millones para apoyar a unos 170.000 jóvenes y 60.000 empresarios del sector
De la dotación total de los programas de desarrollo rural europeos, se destinarán 5.300 millones para apoyar a unos 170.000 jóvenes y 60.000 empresarios del sector.
Y es que según las conclusiones del informe sobre el papel de la PAC en la creación de empleo en el medio rural, publicado por el Parlamento Europeo la pasada primavera, el segundo pilar puede ser “más efectivo” en generar empleos en el sector y en otros afines como el turismo o el procesamiento de alimentos.

Las ayudas para la instalación de jóvenes en el sector agrario llegan, poco a poco, a emprendedores que apuestan por seguir produciendo alimentos de calidad. Es el caso de Francisco Fernández, un productor de aceituna de mesa que tiene su explotación en la campiña sevillana, en el municipio de Arahal. Siempre ha vivido en torno a esta producción y ahora, después de formarse -es perito agrícola-, ha decidido apostar por trabajar profesionalmente su tierra. Asegura que “hay ganas de incorporarse al campo”, pues “pueden salir las cuentas” siempre y cuando su producto, que se mima desde el campo, se venda a un precio justo.
Cada joven que se une a la familia de productores agrícolas revierte mucho más beneficios en su entorno que conseguir su propio trabajo y sumar a la producción de alimentos de calidad.
Rocío Áspera, una joven gaditana que decidió hace tres años enfocar su futuro profesional en la producción de vino ecológico en el Puerto de Santa María (Cádiz) ya ha consolidado las 30.000 botellas y varios empleos fijos todo el año. Ha cambiado su forma de vivir, pero también la de todas las personas a las que da empleo durante las diferentes fases de producción de su vino. Además, por supuesto, de recuperar variedades autóctonas de vino.
En Aznalcóllar, Sevilla, la joven Verónica Romero ha hecho de su pasión por las colmenas, de tradición familiar, un modo de complementar su renta con una actividad de la que subraya múltiples efectos sobre el entorno, como los agricultores que se benefician del aumento de la polinización al que ayudan la abejas o el propio medio rural en su conjunto, pues “es otro medio de vida que puede dar vida a una zona despoblada”.
La clave para el empleo, la rentabilidad
Para que los jóvenes se animen a quedarse tienen que ver que su explotación es rentable. Para ellos es muy importante el papel de las cooperativas donde comercializar sus productos, auténticos centros neurálgicos de la vida de los empleados agrícolas.
En plena campaña de recolección de aceituna de mesa, la Sociedad Cooperativa Andaluza de Labradores La Campiña, en Arahal (Sevilla) puede llegar a 200.000 kilos de aceituna. Su presidente, Francisco Humanes, reclama el papel de estas entidades para mantener los precios.
Lo confirma la gerente del sector del cereal de la Cooperativa de San Sebastián de Lora del Río, Rosa Cepeda. En una zona eminentemente agrícola, tienen 670 socios en activo y facturan 19 millones de euros en vender su producto tanto en España como fuera, especialmente sus frutas. “La cooperativa es el motor de la zona”, recalca, pues “busca la comercialización y la alternativa a estos productos”.
La industria
En el caso de la industria agroalimentaria, su fortaleza en los mercados exteriores y su capacidad para innovar y aportar mayor valor añadido han logrado que el sector haya soportado mucho mejor la situación de crisis económica, convertido en un nicho de empleo y riqueza.
Desde el Magrama, Carlos Cabanas, recalca que el sector agroalimentario “ha ayudado a la recuperación económica del país”, con más de dos millones de personas empleadas “en el sector en su globalidad”, desde los productores agrarios, a la industria o la distribución. Es el 10 % del Producto Interior Bruto y su evolución “se ha basado fundamentalmente en las exportaciones ante la menor demanda interna”, añade.

La misma visión mantienen desde la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), cuyo análisis del mercado de trabajo en esta industria en los últimos años concluye que su evolución “ha sido más positiva que en la economía en su totalidad y que la industria manufacturera”.
Este comportamiento en materia de empleo y crecimiento puede y debe servir de impulso para toda la cadena de valor agroalimentaria. El doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao y profesor del Instituto Internacional San Telmo, Francisco Faces, cree que “la industria agroalimentaria está siendo una palanca de toda la cadena” y anima a perseverar en el proceso de industrialización, ya que “a medida que vaya para abajo, aumentará la productividad, la internacionalización y posiblemente también la dimensión”.
El empleo en torno a la cadena alimentaria se ve, y sus desafíos, se analizan por tanto desde todos los eslabones de la cadena alimentaria. El empuje de los emprendedores, el apoyo de las distintas administraciones, el trabajo en favor de la innovación, la competitividad y el aumento de la rentabilidad colaborarán en mantener la actividad y el trabajo que permite a la la exitosa y exportadora industria alimentaria materia prima segura y de calidad.