Una empresa con base en la ciudad suiza de Zoug se ha especializado en ofrecer viajes a zonas de conflicto. Entre los destinos, Afganistán, Irak o Soamalia para valientes turistas, ávidos de experiencias al límite, viajeros en busca de la adrenalina que se esconce detrás del peligro.
Aguas color zafiro en los lagos de Band-e-Amir, imponentes acantilados de arenisca, estatuas gigantes de Buda de más de 1.500 años de antigüedad o la impresionante mezquita azul de Mazari Sharif. Suena como un lugar idílico para pasar unas vacaciones, aunque la cosa cambia cuando uno descubre que hablamos de Afganistán. Aunque no sea un destino turístico de primera línea, la agencia de viajes Babel, con base en la ciudad suiza de Zoug, ha ofrecido viajes a Afganistán y a otras zonas en conflicto a valientes viajeros, ávidos de experiencias límite, que buscan la adrenalina que se esconde detrás del peligro y el riesgo.
A pesar de haber sido un importante destino turístico durante los sesenta, cuando los hippies veraneaban allí atraídos por su belleza natural y las drogas baratas -lo que se denominó el “hippie trail”-, Afganistán está ahora en la lista de países más peligrosos del mundo.
Destinos soprendentes… y poco seguros
Haciendo caso omiso de estas recomendaciones, el director de Babel, el australiano Kevin Pollard, abrió su agencia en 2011 con un catálogo de destinos tan sorprendentes como poco seguros, entre los que destacaban zonas conflictivas, o incluso en guerra, como Irak, Irán, Somalia, Sudán o Corea del Norte.
No se asumen riesgos de manera irresponsable
No obstante, Pollard asegura que sus viajes se desarrollan bajo escrupulosas medidas de seguridad y que todos sus clientes se sienten “cien por cien seguros” porque durante las excursiones no se asumen riesgos de manera irresponsable.
De todos los destinos que ha oferecido Babel, uno de los que ha tenido más exito ha sido Afganistán. Este viaje costaba en torno a los 9.500 euros (13.500 dólares) por quince días, una cantidad que no incluía los billetes de avión. Lo que más encarece el precio es el seguro de viaje, a unos 700 euros para dos semanas -diez veces más que un seguro de viaje convencional- y cubre todo tipo de peligros, incluidas las negociaciones en caso de rapto, aunque no el pago de la recompensa.
Actividades “paralelas”
Este australiano tiene contactos también con agentes de la OTAN en el país para que sus clientes puedan, por ejemplo, almorzar con un muyahidín o acompañar a un soldado de patrulla. “Se trata de vivir experiencias nuevas que no ofrecen otros lugares, mezclarse con la gente y averiguar qué significa estar en una zona de guerra”, señala el aventurero Pollard.
Afganistán no es el único lugar que ofrece experiencias insólitas, ya que, por ejemplo, en Somalia los viajeros pueden tomar un café con los piratas que peinan las aguas del Índico.
El perfil de gente que elige estos destinos es de lo más variado –según cuenta Pollard-, desde profesores de 26 años hasta jubilados mayores de 68. Sin embargo, todos ellos tienen un rasgo en común: “Son gente interesada en conocer la historia y las formas de vida del país concreto que visitamos y cerca de la mitad de los clientes tienen un interés específico por ver zonas en guerra”, asevera Pollard.
Gente interesada en conocer la historia y las formas de vida de un país concreto
A juicio de su promotor, el principal atractivo de estos viajes es que ofrecen una oportunidad única de mezclarse con la gente local, charlar con ellos y poder visitar pueblos y ciudades casi recónditos a los que no llegan normalmente los turistas.
Pollard denomina estos viajes como “viajes de compromiso cultural”, promovidos para proporcionar a los interesados los conocimientos y el entendimiento necesario para comprender las raíces de un conflicto y ayudar a los locales a crear relaciones duraderas y soluciones pragmáticas y sostenibles a sus problemas.
El dilema de los rescates
Sin embargo, la polémica no abandona este tipo de iniciativas tan arriesgadas, ya que en caso de secuestro o asesinato, son los Estados de los turistas los que tienen que correr con los gastos, con el dinero de todos los contribuyentes.
En algo menos de un mes, se han producido varios secuestros internacionales que han llamado la atención sobre este asunto. El pasado 14 de marzo, dos turistas checas fueron secuestradas en la convulsa provincia de Baluchistán, en el suoreste de Pakistán, cuando viajaban por la zona poco después de llegar al país desde Irán.
Una famlia de franceses secuestrados en Camerún
El 19 de febrero el presidente francés, Francois Hollande, confirmó el secuestro en Camerún de siete ciudadanos franceses. Los rehenes son tres adultos y cuatro menores, miembros de una misma familia. Hollande indicó que la zona donde fueron secuestrados era muy peligrosa y pidió a los franceses extremar la precaución, especialmente tras la apertura del conflicto armado con Mali. La familia fue raptada cuando vistitaba un parque natural, en territorio camerunés.
En 2009 dos turistas suizos fueron secuestrados en Mali; su liberación costó al gobierno de la Confederación Helvética más de cinco millones de euros. Por ello, hay quien lo ve como un precio demasiado alto que pagamos entre todos por el capricho de unos pocos privilegiados.