Con las vacaciones son muchos los viajeros que optan por las diferentes plataformas de “economía compartida” para buscar alojamiento o transporte. Aplicaciones y páginas webs que responden a esta demanda entran con fuerza, pero no sin polémica en el día a día del sector.
Los precios más asequibles siguen siendo la clave del éxito de esta fórmula, que ya se está regulando en algunas comunidades, y que también tiene sus riesgos como denuncia el sector. Esta misma semana se han sucedido varios acontecimientos en torno a este fenómeno.
El lunes se hizo público que el Gobierno de Cataluña había multado con 30.000 euros a una plataforma de Internet que permite reservar alojamientos de particulares de todo el mundo, por comercializar apartamentos turísticos ilegales en esta comunidad. Como respuesta, la compañía lamentó el “freno” a su actividad en la Ciudad condal en la que, según informaron, ha impulsado 4.000 puestos de trabajo y generado 128 millones de euros durante su actividad en Barcelona en sólo un año.
Días más tarde, el sector del turismo “reglado” ha escenificado también su preocupación, con un manifiesto con el que muestran su “profunda preocupación” por el incremento de la economía sumergida. El presidente de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat), Juan Molas, habló sobre el contenido de este manifiesto en el que se argumenta que aunque el alquiler vacacional de vivienda ha existido siempre, “internet está permitiendo que miles de propiedades se ofrezcan de forma “transparente y permanente”, un fenómeno que “está adquiriendo un protagonismo indudable en la contratación de vacaciones “. En concreto, el sector del alojamiento reglado, que incluye hoteles, cámping, pensiones, casas rurales, apartamentos, hostales y fondas, tiene 1,43 millones de plazas frente a más de 2 millones de la oferta ilegal, según los datos facilitados por la Cehat en la presentación del manifiesto.

Entre los problemas de la falta de regulación se citan los de seguridad, los de convivencia en las comunidades de vecinos, el aumento de la economía sumergida y del trabajo ilegal o la violación de los derechos de los consumidores. Por ello, exigieron, alto y claro, que actúen contra este fenómeno, criticaron los “modelos permisivos en distintas comunidades”y las diferentes “varas de medir”. El debate está sobre la mesa.
Opinión de los consumidores
Desde la Organización de Consumidores (OCU) tienen su propia opinión. Su portavoz, Ileana Izverniceanu, ha detallado a Efetur que su organización considera que “no se debe poner freno a que los usuarios decidan probar nuevas fórmulas de consumo, como el colaborativo” si bien, “tampoco se puede favorecer a la creación de negocios paralelos que incumplan las normativas fiscales y de protección de los consumidores”. Por ello, coincide en pedir reglas claras, tanto en el sector del transporte o de los servicios turísiticos como en el resto, de forma que se garanticen los derechos de los usuarios, tanto de los que reciben los bienes y servicios como de los que los prestan. Aún así, desde OCU han recordado que la Comisión Europea se ha pronunciado en este sentido al entender que estas nuevas fórmulas pueden favorecer un consumo más eficiente de los recursos y ampliar la oferta de los consumidores.
Medios de transporte
Si vas en avión a tu lugar de vacaciones, en el aeropuerto tienes varias opciones: un taxi o hacer uso de algunas de las plataformas para compartir medio de transporte.
El uso cada vez más masivo de la segunda opción ha propiciado manifestaciones y huelgas en toda Europa como la del 11 de junio, cuando taxistas de las grandes ciudades europeas se manifestaron contra el intrusismo que favorecen estas aplicaciones de teléfono, provocando problemas en la circulación. La Comisión Europea opinó que benefician al consumidor y a la actividad emprendedora. Según los taxistas españoles, antes el intrusismo era “espontáneo y sistematizado” y ahora, gracias a Internet, se sistematiza y organiza a escala mundial”.
En el fondo de este debate, como siempre, la vertiginosa carrera de la innovación tecnológica, mucho más rápida que el desarrollo normativo, que ha llegado para quedarse al sector turístico.