Ana Pérez trabajaba para la oficina de Turismo de Kenia hasta que decidió dar un giro a su profesión y a su vida. Ahora gestiona un campamento ecológico en ese país, el Kandili Camp, con unos vecinos muy especiales, los masais. Su vida se ha convertido en una revisión del clásico “Memorias de África”, pero en el siglo XXI.
Kenia le gustaba especialmente y, por ello, ella y su marido empezaron a buscar oportunidades allí. En abril de 2013 comenzó su proyecto, que consistía en reformar un hotel-campamento, renovarlo y abrirlo en la reserva Masai Mara, que llega hasta la frontera con Tanzania. Les acompaña en esta aventura su hijo Lucas, de seis años, que va a una escuela local. Meses después, abrían al público el campamento.

El cambio de vida de estos dos emprendedores ha sido muy grande al marcharse a Kenia. “Para vivir en África hay que tener una capacidad de adaptación muy grande, no se puede imponer un esquema europeo”, señala la emprendedora. Entre los aspectos positivos, la vida que hoy lleva su hijo. “Está todo el día fuera, jugando, y adquiriendo valores que en la ciudad no haría”, recalca. “Es como estar en el campo, pero a lo bestia”. Por ejemplo, se construye sus propios juguetes como hacen los niños africanos. “Esta experiencia es un regalo para mi hijo”, destaca.
La población local de África
En su nueva vida juegan un papel muy importante la población local. “Los masais son como mi familia, son muy caseros”, apunta. Como todos los “Españoles por el mundo”, lo que más echan de menos -aparte de familia y amigos- es la comida. Y es que para mantener el contacto con sus seres queridos cuentan con la inestimable ayuda de Internet pero con la comida es más difícil. “Hago compras on line, de embutidos, latas y demás y mi madre me lo manda poco a poco”, reconoce. Su alojamiento tiene como característica su escaso impacto ecológico. “No tenemos estructuras duras, no hay cemento, si algún día nos vamos, no dejaremos ninguna huella allí”, señala Pérez. La electricidad llega a través de placas solares y para calentar agua cuentan con “una especie de chimenea que funciona con palos de leña de árboles ya muertos”. El campamento, que funciona en régimen de todo incluido, tiene servicio de restaurante y desde ahí se organizan actividades de safaris. El día a día no es fácil, pues al trabajo de gestión de un hotel, se une el reto de que “al ser una zona bastante aislada, la logística no es sencilla”, por lo que hay que planificar mucho.

Entre sus clientes, muchos españoles, sobre todo en verano. Ahora reciben lunas de miel. También les llegan visitantes desde Nairobi, la capital de Kenia, una ciudad con mucho personal extranjero por contar una sede importante de Naciones Unidas. Muchos de sus trabajadores aprovechan los fines de semana para acercarse a estos enclaves naturales. Ana Pérez califica de “muy positiva” toda esta experiencia vital y, de momento, se quedan, aunque prevén volver a España en unos años, sin abandonar su proyecto, que supervisarán desde la distancia cuando estén en España.