Pinturas rupestres en el camino de El Parrizal, en Beceite. Foto: Lrs.

Villa d'Este, Tívoli (Italia). Foto. Eva Castro

ITALIA

Villa d’Este, “majestuosa residencia” en Tívoli

Publicado por: BEATRIZ MAPELLI / EFETUR 23 de noviembre de 2015

Eva Castro nos adentra en la Villa d’Este, una residencia renacentista ubicada en el Valle Gaudente, en Tívoli (Italia), para participar en ‘El concurso de Efetur’. Aquí, la fuente de Neptuno canta y baila creando un escenario, nos dice, “tan embriagador, tan enérgico, que lleva a realidades fascinantes”.

“La Villa d’Este era una majestuosa residencia de veraneo de estilo renacentista, construida en 1556 por el cardenal Hipolito II D’Este en un lugar llamado “Valle Gaudente”, en Tívoli (Italia). Se trata de un pequeño valle que desciende entre las suaves laderas de viñas y olivares, recorridas por senderos campestres y pobladas de casitas blancas con techos rojos, de ruinas doradas y de una pequeña iglesia. En poco tiempo, la “Villa Gaudente” se volvió un espectacular jardín de terrazas descendientes, que contenía cientos de fuentes y juegos de agua, muchas de las cuales siguen en funcionamiento. La más importante es la Fuente de Neptuno que preside el telón de fondo del estanque. Fue admirable contemplar las cascadas desde diferentes puntos de vista, porque el sonido del agua y el escenario que se tildó ante nosotros fue único y diferente. Desde las mismas entrañas, el sonido del agua fue tan embriagador, tan enérgico, que nos llevó a realidades fascinantes, a un mundo mágico donde soñar era el único placer permitido.” Eva Castro

Juegos de agua

Poco queda añadir a la descripción que hace esta seguidora de Efetur sobre la popular Villa d’Este, sin embargo cabe apuntar que sus fuentes, grutas y juegos de agua, deseo del cardenal Hipolito d’Este -gobernador de Tívoli-, inspiraron otros “jardines europeos del manierismo y del barroco”, según Turismo de Italia.

Fuente de Neptuno en la Villa d' Este, Tivoli (Italia). EPA PHOTO ANSA/MAURIZIO BRAMBATTI/pal-fob
Fuente de Neptuno en la Villa d’ Este, Tivoli (Italia). EPA PHOTO ANSA/MAURIZIO BRAMBATTI/pal-fob

Brilla con luz propia el jardín del recinto, ideado por el pintor y arquitecto Pirro Ligorio, que se se articula mediante terrazas, escalones, caminos y pendientes. Y embellece la postal la distribución de aguas, con un acueducto y perforaciones subterráneas “que evoca la inteligente ingeniería romana”.

Y hablando de fuentes está, por ejemplo, la Fontana dell’Ovato, “la más barroca” de la villa por su tratamiento de piedra, sus rocas ornamentales y sus flujos de agua; o la Fontana Dei Draghi, levantada en el corazón del jardín y de la que se dice que se realizó en una sola noche, en 1572, como homenaje al papa Gregorio XIII que se alojaba como invitado en la villa.

Sin embargo, “la más importante y llamativa” es, como ya adelantaba Castro, la Fontana di Nettuno, realizada originalmente por Gian Lorenzo Bernini y restaurada en el siglo XX. Cabe nombrar también la Fontana dell’Organo, que debe su nombre al mecanismo de agua que genera sonidos musicales de órgano.

La belleza de esta villa le ha valido para ser reconocida Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, una belleza que se traduce también en espacios como las salas de la planta noble del Palacio, decoradas con frescos en paredes y techos; o en la la Rotonda dei Cipresi, una plaza rodeada de grandes cipreses de varios siglos de antigüedad.

Y después, se puede poner rumbo a Roma, a 45 minutos de aquí, para continuar con la visita turística. Recomendamos pasear por los Foros Imperiales, plazas monumentales construidas entre el 46 a.C. y el 113 d. C. salpicadas de ruinas de templos, estatuas, columnas, pórticos y calzadas que evocan la historia civil y política de Roma.

Otros puntos ideales para tomar esa foto de rigor son El Coliseo, la Plaza Venecia, los Museos Capitolinos, la Fontana de Trevi, el Panteón -con la tumba de Rafael- o el Arco de Constantino. También merece la pena descubrir la “Roma subterránea” a través de las Catacumbas de San Calixto o la Ciudad del Vaticano con la Basílica de San Pedro.

Y para poner la guinda a una completa jornada, una cena en cualquiera de los restaurantes que se extienden por el centro urbano y que garantizan los sabores italianos a través del vino, el aceite, los quesos y la pasta.

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