Ubicada en el corazón de Europa, Breslavia transmite buena energía a pesar de las dificultades vividas a lo largo de su historia. Con un enorme espíritu de superación, Wrocław -su nombre en polaco- es ahora una ciudad joven y vibrante que acaba de ser nombrada Capital Europea de la Cultura 2016.
Incluso en invierno, cubierta de nieve, la colorida localidad polaca de Breslavia sigue siendo un lugar que merece la pena visitar. Este año, además, tiene otro argumento a su favor: es la Capital Europea de la Cultura 2016, y lo más importante todavía no se ha desgastado por el turismo masivo como otras ciudades de la región. No hay que pensárselo dos veces, merece la pena conocerla y 2016 es su año.
Estamos en la capital de la Silesia polaca, en el suroeste de Polonia, una región de tradición minera que forma parte del territorio polaco sólo desde el fin de la II Guerra Mundial. Antes había sido suelo alemán. De hecho, esta ciudad era la más importante de Alemania al este de Berlín.
Pero en Breslavia todos los alemanes fueron deportados cuando la región pasó a manos polacas, en virtud de los acuerdos de Yalta y Potsdam. Polonia perdió ciudades al Este que pasaron a estar bajo control de la Unión Soviética y, como contrapartida, ganó ciudades que estaban al Oeste, entre ellas Wrocław.
La más abierta y alternativa de Polonia

La situación de la ciudad sirve de perfecto ejemplo de cómo se modificaron las fronteras polacas tras la II Guerra Mundial y se trasladó a la población de una zona a otra. Ésta es la razón por la que Wrocław tiene una relación especial con la actual ciudad ucraniana de Leópolis (Lvyv), ya que de ahí era de dónde provenía la mayoría de personas que llegaron a repoblar Breslavia tras 1945.
La historia es fascinante. Conocerla nos permitirá disfrutar mucho más de una ciudad que, quizá por el hecho de tener una población “nueva”, es hoy quizás la más abierta, alternativa y europea de Polonia.
Un buen recorrido por la localidad comienza en la plaza mayor de Breslavia (Rynek Gówny), una de las más grandes de Europa y el centro del casco antiguo medieval. Es de obligado cumplimiento, antes de continuar, dedicar un rato a contemplar el edificio del Ayuntamiento, una construcción medieval tardía de bello gótico silesiano, adornada por un magnífico reloj del siglo XVI.
En el Rynek Glówny encontrará buenos restaurantes y cafeterías y, si la visita en verano, podrá sentarse en una de sus terrazas y disfrutar de la vida de la plaza. Los edificios coloridos renacentistas y barrocos le llevarán a un cuento de los hermanos Grimm a poco que deje volar la imaginación.
Si en ese punto percibe un dulce olor a rosas o tulipanes, seguramente provenga de alguno de los muchos puestos de flores que se ubican en la vecina plaza de la Sal (Plac Sólne). Una placita donde se ubican la mayoría de puestos de flores de la ciudad. Aquí puede comprarlas hasta altas horas de la madrugada, algo habitual en Polonia cuando se tiene la primera cita.
Un buen recorrido por la localidad comienza en la Plaza Mayor de Breslavia (Rynek Gówny), una de las más grandes de Europa y el centro del casco antiguo medieval.
Desde aquí podemos visitar el edificio central de la universidad, una bella construcción barroca levantada durante el periodo Habsburgo (Breslavia perteneció al imperio austrohúngaro antes de pasar a manos prusianas). Deténgase ante su bella puerta adornada con el escudo del águila bicéfala de los Habsburgo y contemple otro periodo de la fascinante historia de esta ciudad.
Esta institución está en el corazón de cada uno de los habitantes de Wrocław, ya que la ciudad se encontró con un panorama desolador tras el fin de la II Guerra Mundial: destruida en un 75% y vacía tras el éxodo alemán. En este punto, la llegada de los nuevos pobladores de Leópolis, con su cultura y sus académicos, fue esencial para reconstruir la Universidad de Breslavia y crear un nuevo espíritu tras el vacío de la guerra.
El omnipresente río Odra

Frente a la universidad verá la estatua de un esgrimista, florete en mano. Cuentan que la hizo un estudiante para pagar sus deudas de juego. El esgrimista se levanta sobre una fuente de la que emergen los rostros de cuatro gárgolas, los profesores más odiados de la universidad, dicen los alumnos con sorna.
Desde aquí, continuando con ese paseo propuesto, se encontrará con el río Odra, siempre omnipresente, ya que Breslavia descansa sobre doce islas, unidas por más de cien puentes. Algunos la llaman la Venecia de Polonia.
Una de las más populares es la de Ostrów Tumski, la isla de la Catedral, donde se encuentran la colegiata de la Santa Cruz y la catedral gótica de San Juan Bautista (Katedra św. Jana Chrzciciela), el templo más grande de Breslavia, construido en el siglo XII, aunque reconstruido, como la mayoría de edificios históricos de la ciudad tras la II Guerra Mundial.
Para acceder a esta isla tiene que cruzar un puente de hierro modernista, que hoy es el lugar donde los enamorados encadenan candados con mensajes escritos, como se hace en París. La isla es especialmente bonita de noche, ya que está iluminada con farolas de gas. Con algo de suerte, y si llega al caer la tarde, podrá observar cómo el operario enciende las lámparas.
La isla se entronca con los orígenes de Wrocław, que se remontan a los primeros habitantes de la tribu eslava de los slezanie, que habitaban las pequeñas islas del Odra.
Conocida como la Venecia de Polonia, la vida gira en torno al río Odra, que hace que Breslavia descanse sobre doce islas, unidas por más de cien puentes.
Cerca del año 1000, Mieszko I de Polonia conquistaba la ciudad y, poco después, se fundaba el primer episcopado. Posteriormente la ciudad pasó a ser la capital del ducado de los Piast, vinculado a la casa reinante en Polonia, y en 1241 fue arrasada por los mongoles, a lo que siguió una intensa colonización germánica ante la escasa presencia polaca.
Durante los siglos XIV y XV, las pugnas entre Polonia y Bohemia llevan a que la ciudad pase a manos bohemias y, por tanto, se englobase en las posesiones del Sacro Imperio Romano Germánico y, posteriormente, del imperio Austrohúngaro. A mediados del siglo XVIII, Federico el Grande de Prusia arrebató a Austria toda Silesia y Breslavia, lo que de nuevo cambió la ciudad de manos.
Hala Ludowa, Patrimonio de la Humanidad
Regresando por el puente de los candados enamorados podemos hacer una parada en el Hala Targowa, una plaza de abastos de construcción alemana donde podrá encontrar productos típicos.
Para los amantes del arte, es recomendable una visita a la pinacoteca del Museo Nacional (Muzeum Narodowe), pero si quiere ver algo diferente y muy local, no deje de ver el Panorama Raclawicka, una enorme pintura de 1.710 m², obra de Jan Styka y Wojciech Kozak, que recrea en 360 grados la batalla de Raigoławice, en la que los polacos ganaron al Ejército ruso en 1794.
Inicialmente se encontraba en Leópolis, pero la modificación de fronteras hizo que acabase aquí. A los soviéticos les gustaba bien poco e intentaron ocultarla en numerosas ocasiones.
Cerca del edificio donde se expone la obra encontrará el monumento que recuerda a los asesinados en Katyn, uno de los episodios más tristes de la historia moderna polaca y un momento para reflexionar en todo lo que ha sufrido este país.
Si, por el contrario, le apetece dejar el asfalto por un momento, puede optar por el parque Szczytnicki, una visita obligada en verano, pero también en invierno, cuando con suerte lo encontrará cubierto de nieve, helado, con un paisaje desolador de cuento invernal que sólo rompen los graznidos de los córvidos.
En este parque se encuentra un jardín japonés (abierto sólo en primavera y verano) y un edificio que le cautivará si le interesa la arquitectura: el Hala Ludowa o Hala Stulecia, un gran auditorio en torno a una inmensa cúpula, obra del arquitecto alemán Max Berg en 1913, y buen ejemplo de la arquitectura modernista del siglo XX. Otra herencia del pasado germánico de Breslavia.
La ciudad tiene un espíritu muy artístico y alternativo, aquí son amantes del jazz, de las artes gráficas y de la escultura. A eso se suma el ambiente estudiantil (150.000 estudiantes de una población de 630.000 habitantes), lo que hace que la noche sea espectacular… .
Por cierto, este edificio se levantó para conmemorar el centenario de la batalla de Leipzig contra las tropas de Napoleón y hoy es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Hay mucho que ver en Wrocław, especialmente en este 2016, cuando la ciudad es Capital Europea de la Cultura (título que comparte con la española San Sebastián). Hay que destacar que tiene un espíritu muy artístico y muy alternativo, aquí son amantes del jazz, de las artes gráficas y de la escultura. A eso se suma el ambiente estudiantil (150.000 estudiantes de una población de 630.000 habitantes), lo que hace que la noche sea espectacular en Breslavia, con locales de música en vivo que nada tienen que ver con los ambientes almidonados de otras ciudades europeas. El buen rollo se respira aquí.
Un lugar recomendable para empaparse de la cultura y esencia local, especialmente de noche, es el antiguo barrio judío, en especial la calle Wlodkowica y sus alrededores, donde, además, se encuentra la única sinagoga que ha sobrevivido.
Además de su arte y cultura, la localidad es hoy un centro económico pujante, y alberga a multinacionales como Google, IBM o Hewlett Packar, lo que hace que jóvenes de diferentes nacionalidades hayan elegido esta ciudad para trabajar y disfrutar de su buena ubicación, a tres o cuatro horas en tren de Praga, Berlín o Varsovia.
Y si viaja con niños o simplemente le apetece, dos propuestas: el zoológico de Breslavia -el más grande de Polonia- y el acuario (Afrikarium), inaugurado recientemente y una agradable sorpresa si se tiene en cuenta que estamos muy lejos del mar.
Para terminar, una curiosidad que hace sonreír a cada viajero: a Breslavia también se la llama la ciudad de los gnomos, que aquí son símbolos del movimiento Alternativa Naranja, una iniciativa de resistencia contra el régimen comunista en la década de los 80.