Más de 800 caballos y de 8.000 peregrinos de la provincia de Cádiz han comenzado a cruzar en barcazas el Guadalquivir para adentrarse en Doñana y recorrer un espectacular camino hasta llegar al Rocío, una cita que este año pretende ser más ecológica.
Pasar tres días y dos noches dentro del Parque Nacional de Doñana, Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad, y recorrer en las arenas de este espacio los 49 kilómetros que separan Sanlúcar de Barrameda de la aldea de El Rocío (Huelva) es un “privilegio” que pocos pueden disfrutar, aparte de estos peregrinos.
Para las 11 hermandades de la provincia de Cádiz que lo hacen, el ritual comienza en el Bajo Guía, lugar en el cual suben en barcazas para cruzar el Guadalquivir hasta la otra orilla, donde emprenden el que consideran el camino más mágico de todos los que conducen a El Rocío.
Un camino, un paisaje y una fauna poco habituados a la presencia humana y menos en este volumen. De hecho, en 2014 se registraron 8.382 personas, 800 caballos, 731 vehículos ligeros y pesados y 70 carretas, cifras que este año aumentarán en un 6,5 por ciento.
Una edición más ecológica
Conscientes de la importancia de cuidar esta ruta en los últimos años se han tomado medidas y, por ejemplo, las hermandades contratan cuadrillas para que, con un tractor, recojan residuos.
Pero siempre se puede mejorar y este año los noventa peregrinos que acompañan a pie al simpecado de la hermandad de Sanlúcar han decidido dar un paso más.
“La devoción religiosa no está reñida con la ecología”
De ello se han encargado Adelina Bernet, que desde hace veinte años organiza este grupo, y el fotógrafo vitoriano Iñigo de Angulo, que, con un proyecto sobre devociones religiosas, hizo por primera vez el año pasado este camino y tomó buena nota de las cosas susceptibles de mejorar.
“La devoción religiosa no está reñida con la ecología. Dios creó primero la naturaleza y después a los hombres y nos dijo que cuidáramos de la Naturaleza”, dice a Efe Adelina Bernet, a la que le “duelen” especialmente los vidrios y los plásticos que quedan en el camino y los consiguientes riesgos de incendios.

Algunas medidas
Por eso este grupo ha tomado nuevas medidas para lograr una peregrinación ecológica. El primer gesto es bien sencillo: sustituirán las botellas de agua de 0,33 litros por otras de aluminio de 0,7 litros que irán recargando desde garrafas.
Ahorrarán 400 euros y eliminarán 3.700 envases de plástico. Y también ahorrarán el plástico de cubiertos, platos y vasos porque los llevarán reciclables y los lavarán después de cada comida.
“Si ahorramos 3.700 envases de botellas de agua de plástico sólo nosotros, que somos noventa, imagínate si esta medida nos la copian todas las hermandades”, explican.
Además, han tenido la idea de grabar en las botellas de aluminio, además de un logo, la oración de la hermandad, para aquellos, como los peregrinos extranjeros que se han unido al grupo, que no se la saben.
“Si ahorramos 3.700 envases de botellas de agua de plástico sólo nosotros, que somos noventa, imagínate si esta medida nos la copian todas las hermandades”
También separarán las basuras en orgánicas, plástico y papel y, para la iluminación de la carreta durante las noches, utilizarán bombillas de bajo consumo que dirigirán al suelo para disminuir en lo posible la contaminación lumínica en el Parque Nacional de Doñana -que afecta a una gran variedad de los murciélagos que viven en él-.
Suministrarán bolsas de basura para recoger las defecaciones de los peregrinos y los papeles y arrojarlas junto a la basura orgánica, y tendrán especial cuidado de no dejar a su paso restos de comida, porque no es bueno para los animales, sobre todo jabalíes y ciervos.
Estas son algunas de las medidas con las que emprenden este camino, durante el que experimentan “un cúmulo de sentimientos increíbles” con los que, según cuenta Adelina Bernet, al final regresan a su casa “siendo mejores personas”.