Puesta de sol desde la playa de Manda

Puesta de sol desde la playa de Manda. Foto: Lilián Aguirre

África

Lamu, mil años de civilización swahili

Publicado por: Lilián Aguirre 24 de mayo de 2013

Aunque suene a tópico, es inevitable definir las playas del Índico como lugares paradisíacos de blanca arena y aguas cristalinas. Y así es la costa keniata. La naturaleza alcanza en este país las más altas cotas de variedad y belleza. Pero Kenia no es sólo un safari. ¡Jambo! Bienvenidos a su cara desconocida.

Si en su interior Kenia cuenta con las mejores reservas naturales, donde la vida salvaje alcanza su mayor esplendor, sus 650 kilómetros de litoral atesoran lugares como la reserva marina de Kiunga, santuario de especies marinas como el dudong, la vaca marina.

Frente a la costa, al norte, casi en la frontera con Somalia, en el archipiélago de Lamu permanece viva la tradición de sus orígenes: las rutas comerciales africanas, las transacciones entre árabes y persas y los pueblos de la costa este de África, que dejaron aquí sus primeras huellas allá por el siglo IX.

Refugio de paz

Lamu, denominación que procede del árabe “costa”, es la cuna de la más pura tradición swahili. Este archipiélago, cuyas tres islas mayores son Lamu, Pate y Manda, es un verdadero refugio, un viaje atrás en el tiempo y una inolvidable experiencia de contacto con la naturaleza en su más auténtica expresión. Las playas, interminables, parecen estar esperando que el viajero las pise. Nadie, salvo algún pescador aquí o allá interrumpirá su baño de sol, su paseo o su chapuzón.

Pero si el visitante quiere conversación, no dude de que cualquiera de los vecinos con los que tropiece le ofrecerá, tras una amplia sonrisa, una afable charla. La población es amable, abierta, acogedora.

Nadie, salvo algún pescador aquí o allá interrumpirá su baño de sol, su paseo o su chapuzón

«¡Jambo!». Aquí y allá, por donde vaya, mayores y pequeños le saludarán sonrientes. La ciudad antigua de la isla de Lamu, la capital del archipiélago, es un entramado de estrechísimas callejuelas con altas ventanas y motivos árabes decorando sus puertas. Algunas de las construcciones, cuyos muros se edificaron con una argamasa de coral y yeso, datan del siglo XV. Cien años antes comienzan los primeros asentamientos de gentes llegadas de Yemen, India, Omán… y Portugal, que se quedaban en Lamu obligados casi siempre por los vientos que determinaban su navegación.

Albergue de esclavos y famosos

El comercio hizo de Lamu una ciudad próspera durante siglos. Y no sólo el comercio de mercancías, también el tráfico de esclavos tuvo aquí uno de sus principales epicentros hasta que, en el siglo XIX, los británicos acabaron con esa práctica. Aquello dejó a Lamu sin su principal actividad y provocó su decadencia.

Pero la naturaleza ha dotado al archipiélago de tal belleza que ha pasado a ser su principal reclamo. La paz que proporciona en el espíritu este ambiente junto a la integridad con la que se conservan la cultura swahili y sus milenarias tradiciones condujeron hasta allí a hippies y otros viajeros atraídos por lo que consideraban un paraíso en el que buscaban su relax y su espiritualidad.

Como ha sucedido con otros “paraísos hippies”, inmediatamente comenzaron a recalar en Lamu personajes famosos como Carolina de Mónaco o Mick Jagger

Como ha sucedido con otros “paraísos hippies”, inmediatamente comenzaron a recalar en Lamu personajes famosos como Carolina de Mónaco o Mick Jagger. Cantantes, políticos, directores de cine… unos eligieron el archipiélago como lugar de vacaciones y otros adquirieron o edificaron sus propios palacios en los que pasar temporadas de descanso. Algunos, “decoraron” sus mansiones con guardias masái, ataviados con su tradicional indumentaria y su lanza, en la puerta.

A Lamu no llega el automóvil

En el archipiélago viven ahora 25.000 personas, 15.000 de ellas en la isla de Lamu. Se dedican a la pesca fundamentalmente, y también a la ganadería, a la carpintería… No existe aquí la prisa, el estrés… cualquier atisbo de vida occidental queda muy lejos; el calendario parece haber retrocedido siglos.

La vida cotidiana no ha variado mucho en todo este tiempo. Sólo cuatro vehículos de cuatro ruedas circulan por Lamu –eso nos cuentan los lugareños, nosotros no los vemos–. Se trata del camión de la basura, el coche del alcalde y dos ambulancias. Aquí los desplazamientos se hacen en burro, uno de los iconos de la isla. A simple vista parece haber más de estos animales que habitantes en la ciudad.

Gracias a ellos se realiza también el trayecto entre la capital, Lamu y Shela, una coqueta villa que dista solo dos kilómetros de la ciudad. Un baño en la idílica playa de Jadini resulta indispensable.

La vida gira entre el puerto y la plaza, en la que se hallan el antiguo fuerte y la puerta que da entrada al mercado, es un pequeño zoco similar al de cualquier ciudad árabe.

Aquí los desplazamientos se hacen en burro, uno de los iconos de la isla. A simple vista parece haber más de estos animales que habitantes en la ciudad

Y en el mar, uno de los símbolos de Lamu: el «dhow», el tradicional barco a vela árabe que surca las aguas entre islas. Prestan servicios similares a los que en cualquier ciudad occidental cubren los taxis y los autobuses. No podrá decir que ha estado en Lamu si no ha embarcado en uno de ellos, para moverse entre islas o para pasear simplemente. Un recorrido por los bosques de manglares en una de estas embarcaciones es imprescindible.

Cuando se pone el sol

Si puede, haga coincidir su regreso del paseo con la puesta de sol. Aquí es espectacular. Pasará junto a la costa de la isla de Manda y observará las espléndidas mansiones de millonarios famosos o menos famosos (Carolina de Mónaco, bueno su ex esposo, tuvo la suya en Lamu hasta hace pocos años), algunas de ellas «escoltadas por guerreros masái».

Haga un alto en el camino y detenga su “dhow” en Manda. Allí, siéntese en el área chill out del Diamond, un hotel enclavado en la misma arena cuyas cabañas y zonas comunes están edificadas con madera y otros elementos locales. Sus propietarios consideran que más que un hotel, es un lugar que ofrece una auténtica experiencia a lo Robinson Crusoe.

Aqui comprenderá lo que es el auténtico relax. El ocaso es en esta zona del planeta uno de los más bellos espectáculos que puedan alcanzar nuestros ojos. Aproveche para observar cómo se oculta el sol mientras toma un «dawa», el cóctel típico del lugar.

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