Reserva Natural de las Dunas de Maspalomas. EFE/Ángel Medina

Reserva Natural de las Dunas de Maspalomas. EFE/Ángel Medina

Dunas, acantilados, bosques y especies únicas en Gran Canaria

Publicado por: Eloy Vera. 12 de agosto de 2014

Bosques de laurisilva, acantilados y dunas ocupan el 45 % del territorio de Gran Canaria, una isla con 33 espacios naturales en los que conocer a las especies endémicas que sedujeron en el pasado a los naturalistas europeos, hacer senderismo o disfrutar de la variedad cromática de verdes, dorados y marrones de su paisaje.

De norte a sur, la naturaleza ha conseguido resguardar 33 espacios naturales en Gran Canaria, una isla sometida, durante siglos, a una fuerte presión humana. Hoy es reserva de la Biosfera y cuenta con espacios con distinta categoría y protección medioambiental: reservas, parques naturales y rurales, sitios de interés científico, monumentos naturales… y una oferta más para el turista de naturaleza que huye del tópico de sol y playa en Canarias.

La selva, al lado de la capital

A unos 40 minutos en coche desde la capital, Las Palmas de Gran Canaria, se llega a la finca de Osorio, en Teror. Allí, una finca vinculada al pasado agrícola insular con una casona del siglo XIX sirve como primera parada antes de iniciar el camino al Parque Rural de Doramas.

El lugar, representativo del monteverde de las islas de la Macaronesia, ocupa 3.800 hectáreas y es hoy en día un reducto de la histórica selva de Doramas. En ella debió habitar el guerrero aborigen que hoy da nombre al lugar y cuya gesta al enfrentarse a los conquistadores castellanos es aún recordada entre los canarios.

Tras la conquista, se inició una feroz tala de árboles que dejó a la frondosa selva reducida a escasos reductos de monteverde. La declaración de reservas naturales en El Brezal, Los Tilos de Moya, Azuaje y Barranco Oscuro ha ayudado a conservar algunos endemismos como el tajinaste azul, la cresta de gallo, la rejalgadera o la salvia amarilla, estos tres últimos en peligro de extinción.

Oasis de Arteara, en el barranco de Fataga. EFE/Elvira Urquijo A.
Oasis de Arteara, en el barranco de Fataga. EFE/Elvira Urquijo A.

Doramas es hoy el lugar de otra batalla por la supervivencia, la que mantiene la paloma rabiche (Columba junoniae), endémica del archipiélago, para poder regresar a los antiguos territorios del guerrero aborigen.

Este tipo de paloma habitó en sus frondosos montes hasta hace casi siglo y medio cuando la destrucción del hábitat, iniciada tras la conquista, y la introducción de algunos depredadores acabó extinguiéndola. Hoy la rabiche cuenta con el Cabildo grancanario y los fondos europeos Life+ como aliados para su reintroducción.

De momento, se ha conseguido su cría en cautividad y que alrededor de unas 90 vuelvan a volar sobre el cielo grancanario. Incluso, algunas se han atrevido a reproducirse en libertad.

El programa va más allá y espera poder reforestar unas 500 hectáreas en los próximos cuatro años con la plantación de casi medio millón de árboles en la zona. Una medida con la que se garantizaría el hábitat de la paloma rabiche y podría permitir en un futuro el regreso de la paloma turqué, también exclusiva del archipiélago. Mientras, el canto de mirlos, canarios -símbolo animal de la isla- y otras aves asociadas al monteverde hacen más llevadero el paseo por Doramas.

Testigos de la “supererupción”

En la zona centro, se encuentra el símbolo geológico de los grancanarios: el Roque Nublo, inserto en el Parque Rural del mismo nombre y donde la geología también ha dejado otro regalo para el visitante: una majestuosa caldera, fruto de una “supererupción” volcánica hace 14,1 millones de años y que dio como resultado la única caldera de colapso vertical de Canarias.

Incluida en el Parque Rural del Nublo, se encuentra la Reserva Natural Integral de Inagua en los municipios de Tejeda, Mogán y San Nicolás de Tolentino. Inagua vivió sus horas más duras durante el incendio forestal que asoló parte de la isla en 2007, cuando vio considerablemente mermada su flora.

Siete años después, la importante colonia de pino canario (Pinus canariensis) ha resurgido y con ella el pinzón azul, al que el fuego también jugó una mala pasada, pero al que la naturaleza y la ayuda del hombre le han devuelto su hábitat.

Tajinaste azul, especie endémica de Gran Canaria, en Moya. EFE/Ángel Medina
Tajinaste azul, especie endémica de Gran Canaria, en Moya. EFE/Ángel Medina 

Gran Canaria tiene alrededor de 100 especies de flora exclusivas de la isla con las que satisfacer las necesidades de los botánicos más exigentes. Algunas como el Corazoncillo, la Siempreviva o El Calabazo viven en la Reserva Natural Especial de Güigüi, cerca de la Aldea de San Nicolás. Sus laderas y riscos son el único lugar de Gran Canaria donde crece el cedro canario de forma natural.

El cedro canario

El botánico inglés David Bramwell viajó por primera vez a Canarias en los años cincuenta. Dos décadas después, en 1974, convirtió Gran Canaria en residencia habitual. Fue durante cuatro décadas el director del Jardín Botánico Viera y Clavijo y médico de cabecera de la flora endémica de la isla. Hoy, ya jubilado, sigue de cerca su comportamiento.

Bramwell recuerda que el cedro canario no fue descubierto en Gran Canaria hasta mediados del siglo pasado, por su colega botánico y primer director del Viera y Clavijo, el sueco Eric R. Sventenius.

Atardecer en el Roque Nublo, en la cumbre de Gran Canaria. EFE/Ángel Medina
Atardecer en el Roque Nublo, en la cumbre de Gran Canaria. EFE/Ángel Medina 

La deforestación, los cambios climáticos históricos, la tala y el sobrepastoreo han ido mermando, según el botánico inglés, la población de cedros de la isla. Desde hace algún tiempo, una iniciativa medioambiental respaldada por el proyecto europeo Life + trabaja en la reforestación de cedros en los riscos y laderas de la reserva.

El paisaje abrupto y erosionado convierte a la reserva en territorio donde poner a prueba a los senderistas más exigentes. El pateo por su interior les puede deparar la sorpresa de contemplar restos arqueológicos prehispánicos.

Un oasis entre las dunas en Gran Canaria

En el sur grancanario, Maspalomas, destino turístico por excelencia, también tiene un hueco reservado para el medio ambiente. Un extenso paisaje dunar, único en la isla, ha conseguido sobrevivir a la presión turística iniciada en los sesenta del siglo XX, cuando la zona apostó por ser una de las primeras de Canarias en subirse al tren del turismo de masas.

Hoy sus dunas son parada obligatoria para miles de turistas, pero Maspalomas también recibe otros visitantes llegados por aire, las aves migratorias que eligen la charca de la zona, conocida como Oasis de Maspalomas, como refugio en su viaje de Europa a África durante el invierno.

Reserva Natural de Los Tilos de Moya, en el Parque de Doramas. EFE/Ángel Medina
Reserva Natural de Los Tilos de Moya, en el Parque de Doramas. EFE/Ángel Medina 

Con algo de suerte, se pueden ver garzas, garcetas, fochas… en el humedal. Tal vez resulte más difícil dar con el escarabajo endémico de Gran Canaria, (Pimelia granulicollis).

En medio de dunas de diversa forma y tamaño, se localizan puntos verdes: un palmeral, plantaciones de tarajal (Tamarix canariensis), alrededor de la charca, o el balancón (Traganum moquinii), encargado de manera silenciosa de estabilizar la duna inmovilizando los granos de arena que el viento arrastra. 

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