La socióloga rural Rosario Sampedro considera que el mercado laboral en el mundo rural y los servicios disponibles en el territorio son los principales obstáculos para que las mujeres puedan conciliar su vida familiar y laboral, y aboga por escuchar a las asociaciones de mujeres en la búsqueda de soluciones
¿Qué diferencias hay desde la Sociología entre lo rural y urbano? En una entrevista con Efeagro, Sampedro, doctora en Sociología y profesora titular de Sociología en la Universidad de Valladolid, explica que la diferencia principal es la falta de oportunidades para los habitantes del medio rural en comparación con las que tienen los habitantes del medio urbano.
Esas “privaciones relativas”, como define Sampedro a esa brecha, no son sinónimo de ver el medio rural como un entorno atrasado, ya que es una visión “totalmente desfasada” la concepción del mundo rural como el atraso frente a la modernidad del mundo urbano, y ambos conviven “en el mismo tiempo y en el mismo espacio”.
Y para las mujeres rurales esta brecha “se acentúa”, principalmente porque en el mundo rural las mujeres se encuentran “con un ecosistema laboral especialmente adverso”, añade.
“Los sectores económicos en el medio rural están muy masculinizados, entonces el abanico de oportunidades laborales para las mujeres es muy estrecho”, expone la doctora, y a este fenómeno se le suma las dificultades de movilidad para acceder a empleo fuera de su localidad, ya que son muchas las que no pueden compaginar el cuidado de sus familiares y un puesto de trabajo lejos de casa.
Esta cuestión evidencia además el segundo problema: en el medio rural hay necesidad de cuidados a una población mayoritariamente envejecida y no cuenta con las infraestructuras necesarias, lo que lleva a que las mujeres, por una cuestión de tradición, asuman esas responsabilidades.

A su juicio, hacen falta cambios y estos tienen que darse con perspectiva de género y simultáneamente en todos los ámbitos, como el mayor acceso al empleo femenino y cualificado, así como facilitar la movilidad y los servicios, para que sean equiparables a los que hay en las ciudades.
“Hay que plantear el desarrollo rural teniendo en cuenta la perspectiva y los intereses de las mujeres también, porque a veces se plantean grandes infraestructuras y esto a las mujeres, ¿en qué las beneficia? ¿Cómo les facilita la vida?”, cuestiona.
La conversación sobre conciliación entre vida familiar y laboral no puede darse sin tratar la corresponsabilidad de los hombres, tema que Sampedro analiza como un reto de múltiples dimensiones que necesita de la ayuda del Estado y de los servicios públicos.
Por una parte, recuerda que hay una visión generalizada del trabajo femenino como “algo complementario” a cuidar a la familia, por lo que se prioriza el trabajo masculino; y, por la otra, que el mercado laboral rural plantea dificultades a los hombres a la hora de asumir estas responsabilidades, por lo que, incluso si hay conciencia de esto, “es muy complicado llevarlo a la práctica”.
El primer paso es escuchar a las mujeres rurales
Entonces, ¿por dónde empezar? Por escuchar a las mujeres rurales, responde, ya que las asociaciones de mujeres rurales llevan años de luchas y reclamaciones, y han logrado introducir muchas de sus peticiones a la agenda rural, como el combate a la violencia de género.
“Son ellas las que tienen que ser las protagonistas y a las que hay que apoyar para que las cosas vayan transformándose y visibilizándose”, resume.
Aclara que este cambio general es de grandes dimensiones, por lo que llevará tiempo, pero que ha habido ciertos puntos de inflexión que han marcado el cambio hacia mejores resultados para las mujeres del medio rural, así como para la España rural en general.
El comienzo del cambio
El primero, el obtenido por las mujeres al lograr que se vayan introduciendo desde hace años sus peticiones en la agenda política y hayan puesto el foco sobre problemas invisibilizados.
El segundo, en un plano más general, el cambio social que se produjo en 2019 cuando la “España Vaciada” se manifestó en las calles de Madrid para pedir apoyo contra la despoblación y la representación que se obtuvo en el Congreso de los Diputados con un diputado (en referencia a Teruel Existe).
“Si no hay conciencia, si no hay identidad colectiva y una conciencia de los propios derechos, una demanda de políticas alternativas, es difícil que las cosas cambien“, alega Sampedro, quien apunta que todos estos cambios como positivos, que van acompañados de una apuesta nacional y comunitaria a combatir el reto demográfico.
Sampedro, como socióloga, resalta que todos estos cambios se están produciendo ahora pero el resultado global no se podrá ver hasta que pase más tiempo, por lo que toca esperar a cuando se pueda mirar hacia atrás y ver realmente cuál ha sido el resultado de la batalla de esta época.