En el prólogo de las vacaciones suele haber grandes intenciones: descubrir nuevos destinos, hacer deporte, dormir, hacer vida sana, leer.. Si finalmente queda tiempo entre playa, noches de fiesta, sofá y terraza, los libros siguen siendo un capítulo perfecto en la historia del verano. Y como no sólo de bestsellers y libros de bolsillo vive el turista, aquí les ofrecemos la librerías donde -les confieso- yo me iría a pasar mis días de descanso.
Son esas librerías a las que les pondría el Ex Libris en la fachada. Mías. Con todo su contenido incluido. Porque son más que estanterías, olor a tinta y millones de historias y conocimientos al alcance de la tarjeta de crédito. Sea por el edificio que las alberga, la filosofía con la que nacieron o la atmósfera que las impregna, si este verano queréis navegar entre palabras estas son las librerías donde les convendría perderse.
Madrid. La irrepetible Cuesta de Moyano
Está en el epicentro de los museos madrileños, junto a dos pulmones de la capital como El Retiro y el Jardín Botánico. Su pendiente alberga casetas de “libreros de viejo” que se apiñan, sobreviviendo al tiempo, y se prestan a los ojos de los turistas, los buscadores de tesoros bibliófilos o, simplemente, de los ávidos de lectura a precios más que razonables con cierta ceguera ante los lomos ajados o las portadas castigadas por el sol.
La Cuesta de Moyano está abierta todos los días de la semana, se instaló en 1925 y corona su calle una estatua del escritor Pío Baroja. No es un recorrido tan largo como para hacer pereza en los días de verano, pero no se engañen. Cuentan que hay familias, intelectuales solitarios, adictas a la poesía y enganchados a la literatura de toda condición que comenzaron el descenso por la cuesta y aún remolonean por la penúltima caseta rebuscando entre antiguas revistas de Paris Match y los veranos violentos de los versos de Lorca. No se la pierdan. Incluso en vacaciones.

Portugal. Obidos, la villa literaria
El pueblo medieval de Obidos escaló posiciones en los destinos de los bibliófilos del mundo cuando se propuso albergar, en librerías temáticas, todos los títulos publicados por editoriales portuguesas. A unos 75 kilómetros al norte de Lisboa y con poco más de 3.000 habitantes, Obidos cuenta con una joya arquitectónica como la iglesia de Santiago, que alberga ya una librería con capacidad para más de 40.000 textos.
Otros espacios del pueblo unen a sus actividades habituales la venta de libros, como una galería de arte que aporta títulos sobre arquitectura o un espacio gourmet que lo hace sobre gastronomía y vinos; en un museo de la ciudad se pueden encontrar volúmenes sobre patrimonio y arqueología, y en otros puntos será posible perderse entre ejemplares descatalogados, de segunda mano o en otros idiomas, para que no quede gusto literario por satisfacer.

Buenos Aires. Librería Ateneo, un teatro de letras
La Librería Ateneo une en un espacio tres pasiones que no se desvanecen con el buen tiempo y las vacaciones: el teatro, la lectura y el té sin prisas; se ubica en el que fuera el teatro Grand Splendid y entre sus mesas y estanterías se pueden encontrar turistas, bohemios y amantes de la cultura que consideran casi un templo ese espacio artístico inaugurado en 1919, que conserva sus frisos originales.
Según Turismo de Buenos Aires, ofrece más de 120.000 títulos y puede vender más de 700.000 al año. Cuenta con el aliciente de que los clientes pueden leer los volúmenes sin obligación de comprar, hay un piano con el que amenizan la búsqueda de lectura y tiene un espacio en el que se realizan exposiciones y muestras.

Taipei. Eslite, lectura non stop
Es el “abierto 24 horas” de las librerías; Eslite, en la capital de Taiwan, Taipei, ofrece no sólo la posibilidad de saciar la necesidad de entretenimiento o conocimiento a cualquier hora, se puede leer entre sus paredes sin necesidad de comprar el volumen en cuestión. Así, es fácil encontrar clientes sentados en cualquiera de sus rincones, con la mirada absorta en las páginas de un libro, además de curiosos, turistas y estudiosos de la antropología humana, porque ¿quién se va a leer gratis de madrugada?.
Muy popular en la ciudad, es ya parte del circuito turístico: hay blogueros que son capaces de proponer una visita a la tienda a medianoche para recorrer una inabarcable oferta de títulos sobre todos los ámbitos posibles, desde el diseño a la informática pasando por una extensísima oferta de revistas extranjeras.

París. Shakespeare&Co. La LIBRERÍA.
George Whitman creó esta librería “como un hombre escribiría una novela, construyendo cada habitación como un capítulo” y al pie del Sena y mirando directamente a los ojos a Notredame lleva desde 1951 siendo objeto de veneración y peregrinación no sólo de turistas, sino de escritores, lectores, amantes de los libros y románticos en general. Porque en lo que fue antiguamente un monasterio, Whitman construyó un lugar mágico por el que transitaron desde Anaïs Nin a Henry Miller o Lawrence Durrell.
No se puede visitar París sin recorrer los laberintos de libros y las estrechas escaleras de Shakespeare and Company, donde el trato permitía a los escritores y artistas dormir en la librería a cambio de unas horas de trabajo y una página de autobiografía. Ya van más de 30.000. Whitman falleció a los 98 años y su hija Sylvia tomó el testigo. Ha sumado a su encanto inmune al tiempo festivales y premios literarios, así como oportunidades para los jóvenes y emergentes escritores. Permítanme el atrevimiento, pero para mí es LA LIBRERÍA. Porque no he encontrado un lugar que le supere en amor a los libros y a quienes los escriben y los leen. Ya saben, a los que nos corre tinta por las venas.
