Bermeo (Euskadi). Foto. Jose Ignacio Soto / Shutterstock

Bermeo (Euskadi). Foto. Jose Ignacio Soto / Shutterstock

Pueblos marineros

Villas marineras, destinos de tradición pesquera

Publicado por: BEATRIZ MAPELLI / EFETUR 29 de marzo de 2016

Hablar de villas marineras es hablar de mar, de salitre y de matices cromáticos. De tradición comerciante, de embarcaciones y de gastronomía marina. De un no sé qué que nutre rincones como Viveiro o Binibeca y los convierte en pueblos de visita obligada. Allá vamos.

Quizás las imágenes permitan hacerse una idea de la magia que esconden las villas marineras de nuestro país, sin embargo, es preciso empaparse in situ de los reclamos turísticos que ofrecen. Son factores como el aire nostálgico, la gastronomía del mar, la tradición comerciante, las fachadas o los barcos los que hacen que se alcen como originales destinos turísticos que se han ganado a pulso una visita. Con la ayuda de Escapadarural.com, nos adentramos en algunos de ellos:

Viveiro (Lugo)

Las tierras gallegas albergan espacios como Viveiro, capital de la comarca de Mariña Occidental, en Lugo, y una ciudad que recibe al visitante con la magia de su origen marinero y aldeano. La que fuese una villa señorial, fortificada y con un pujante comercio de pescados y zapatos durante la Edad Media, hoy se muestra como un destino salpicado de un importante patrimonio artístico. Paseando entre sus calles se pueden descubrir los restos de la antigua muralla medieval que resistió los ataques piratas en el siglo XVI, incendios e inundaciones; puertas fortificadas como Porta do Castelo que ostenta los blasones locales; la iglesia románica de Santa María; o la iglesia y convento de San Francisco, declarados Conjunto Histórico Artístico.

Esta villa reúne dos fiestas de Interés Turístico Nacional, la Rapa das Bestas de Candaoso y la Romería de Naseiro; y completa su oferta con paisajes, playas y escenarios como el eucaliptal Souto da Retorta, declarado monumento natural. También un litoral de playas de ría aptas para practicar pesca, senderismo y deportes acuáticos; y una gastronomía local con especialidades como merluza en salsa verde, navajas con arroz, o tarta de cabello y almendra.

Bermeo (Vizcaya)

Dentro de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en Vizcaya, se encuentra Bermeo, otra villa marinera en cuyo puerto se mantiene el eje central de su actividad: la pesca y las conservas. Auténtica donde la haya, esta pequeña ciudad propone descubrir algunas de las joyas de su casco urbano, algunas de ellas declaradas de interés Histórico-Artístico. Por ejemplo, el claustro de la iglesia de San Francisco, construido en 1357; la torre de Ercilla, de estilo gótico; la iglesia de Santa María; o el Ayuntamiento, erigido en 1732. También luce hermoso el arco de San Juan, del siglo XIV y su centro histórico en el que las casas de pescadores con reminiscencias medievales salpican las calles, las plazas y el puerto.

Es recomendable conocer algunas de las fábricas conserveras que se extienden por la zona y que incluyen degustación en la visita, acercarse al islote de San Juan de Gaztelugatxe, o recorrer el Museo del Pescador. Su animada vida callejera y sus restaurantes completan los alicientes para optar por esta villa.

Bermeo (Vizcaya). Foto. EFE/MIGUEL TOÑA
Bermeo (Vizcaya). Foto. EFE/MIGUEL TOÑA

Castro Urdiales (Cantabria)

En Cantabria hacemos un alto en el camino para conocer Castro Urdiales, un pueblecito marinero y pesquero de larga tradición. Aquí, acaparan la atención sus playas –El Fraile y Brazomar- y el núcleo urbano, de origen medieval y reconocido como Conjunto Histórico, diseñado por casas con balconadas de madera.

Entre barcos de colores, se alzan sobre el mar la iglesia gótica de Santa María de la Asunción y el Castillo de Santa Ana, custodiado por el faro. Su arquitectura civil y eclesiástica reúne palacetes, casas nobles, templos y zonas arqueológicas que se remontan a su pasado romano. También aquí se pueden contemplar muestras de arte rupestre como la cueva de la Peña del Cuco, que contiene grabados del Paleolítico superior.

Binibeca (Menorca)

A nuestro paso por Menorca encontramos otro rincón con esencia: Binibeca. Una villa marinera a la que las fotos no hacen justicia y que deja ante los ojos del viajero una estampa de casas blancas y pequeñas embarcaciones. En la actualidad, es “uno de los lugares más visitados de la isla” lo que responde, quizás, a su playa de aguas turquesas, a sus fachadas encaladas o al laberinto que dibujan sus estrechas calles y que invitan a disfrutar de un agradable paseo.

Además de un día de playa entre arena blanca y aguas transparentes, este poblado de pescadores propone una animada oferta nocturna que tiene como guinda la gastronomía local y una copa con vistas al mar.

Binibeca (Menorca). Foto. Fuente: holbox / Shutterstock
Binibeca (Menorca). Foto. Fuente: holbox / Shutterstock

Mugardos (A Coruña)

En A Coruña merece la pena visitar Mugardos, una villa de tradición marinera que deposita en su puerto pesquero uno de sus principales atractivos. Salpicado de casas de arquitectura indiana, ostentoso y señorial, este pueblo también debe su fama al paseo marítimo, en el que resulta muy interesante pasear y descubrir distintas actividades marineras como la limpieza del pescado.

Y sin cambiar de escenario, sugerimos sentarse a degustar, en cualquiera de los restaurantes que se reparten por el paseo, el famoso pulpo a la mugardesa, que, por cierto, cuenta con fiesta propia a mitad de julio.

Y después de una suculenta comida, proponemos abrirse paso entre puentes, casinos y plazas para llegar hasta la acogedora playa de Bestarruza, resguardada y de aguas tranquilas, donde aún se pueden observar las ruinas de la antigua Fábrica de Salazón, del siglo XVIII.

Lastres (Asturias)

Escenario cinematográfico de El Doctor Mateo, la villa marinera de Lastres presume de haber recibido el premio Príncipe de Asturias a Pueblo Ejemplar y de contar con “uno de los miradores más bonitos del país”, el de San Roque, que ofrece una panorámica de la localidad. Dentro de su conjunto histórico, destaca la Iglesia de Santa María de Sábada, el Barrio de los Balleneros, la Torre del Reloj, o la Capilla del Buen Suceso.

Resulta interesante también visitar su playa, una cala de 300 metros rodeada de acantilados; pasear por sus calles empedradas, con innumerables escalinatas y casas tradicionales y recorrer el puerto, donde se concentra la vida marinera, con la llegada de los barcos, la subasta del pescado y la labor diaria de las artesanas rederas.

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