Vista de las calles de Karlovy Vary. Foto: EFE / Gustavo Monge.

Vista de las calles de Karlovy Vary. Foto: EFE / Gustavo Monge.

EUROPA

El balneario de Karlovy Vary, segundo destino turístico checo

Publicado por: EFE / GUSTAVO MONGE 11 de julio de 2014

Con sus 13 fuentes de aguas termales, su arquitectura y su ambientación de ensueño, el balneario bohemio de Karlovy Vary se ha establecido como el segundo destino turístico de la República Checa, detrás de Praga.

Conocido durante siglos en el Imperio austríaco como Karlsbad, la localidad vivió su gran ascenso en el siglo XIX gracias a las visitas de la aristocracia europea que venía a curar sus males. Fundada en 1349, y con unos 50.000 habitantes hoy, el balneario se encuentra a unos 130 kilómetros al oeste de Praga, encajonada en un pintoresco valle por el que discurre el río Tepla.

De las casas particulares, que antaño ofrecían alojamiento al visitante aquejado de gota, artrosis o infecciones en los tendones, se ha pasado a una amplia oferta hotelera, con sanatorios que ofrecen sofisticados tratamientos de hidromasaje. Desde primeras horas de la mañana se pueden observar a los pacientes caminando por el pintoresco paseo a lado del río, con sus vasijas de cerámica en mano para beber de las numerosas fuentes de aguas termales, ricas en hierro.

 Personalidades ilustres

Decía el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) que sus ciudades favoritas eran Roma, Weimar y este balneario bohemio, a donde acudió trece veces a lo largo de su vida. El visitante puede recorrer hoy el llamado “Camino de Goethe”, que lo lleva desde el imponente Grandhotel Pupp hasta el Hotel Richmond, otro establecimiento clásico, situado en los jardines ingleses de la zona norte del balneario.

Junto las aguas termales, la otra gran atracción de la ciudad son las obleas de Karlovy Vary, unos dulces rellenos de crema y conocidos en toda la región y más allá de las fronteras checas.

El único géiser en tierra firme europea, con unos estimados 300.000 años de actividad, bombea a la superficie agua termal a 73 grados de temperatura.

En 1759 un gran incendio arrasó casi toda la ciudad, borrando así la arquitectura pomposa y recargada, típica de la época. El lugar donde se desató el siniestro es hoy un hotel que lleva el nombre de Goethe, a pocos metros del antiguo mercado, con sus filigranas talladas en madera y dominado por una torre que conserva su antigüedad medieval.  A partir de aquel incendio, la ciudad se vistió con las galas del neogótico, neoclásicismo, neobarroco, modernismo y toda una gama de diseños eclécticos, que le dan empaque hasta hoy.

Vista aérea de Karlovy Vary. Foto: EFE / Gustavo Monge.
Vista aérea de Karlovy Vary. Foto: EFE / Gustavo Monge.

El Grandhotel Pupp, de estilo secesión, fue reconstruido a finales del siglo XIX, y se convirtió rápidamente un centro de actividades de la aristocracia centroeuropea. El establecimiento mantiene hasta hoy el sabor y ambiente de la monarquía austro-húngara en sus salas de espejos, lujosos recibidores y fastuosos restaurantes.

Karlovy Vary de cine

Además, el Gandhotel Pupp acoge hoy a las estrellas del cine que llegan cada año al festival de Karlovy Vary, un certamen de categoría A, cuya 49 edición termina este sábado, y que se codea con las grandes citas internacionales del séptimo arte. Actores como Mel Gibson, Oliver Stone, Jude Law, John Travolta, Hellen Mirren, Antonio Banderas, Sharon Stone o John Malkovich, han sido algunos de sus huéspedes en Karlovy Vary en el pasado reciente. La ciudad ha sido además escenario de varias producciones internacionales de cine, como Casino Royale (2006), la 21 aventura de James Bond, o más reciente, El Gran Hotel Budapest (2013).

Karlovy Vary, que aloja a más de 250.000 turistas por año en sus exclusivos hoteles balneario, ofrece además a los amantes de la geología una atracción única en la Europa continental. El único géiser en tierra firme europea, con unos estimados 300.000 años de actividad, bombea a la superficie agua termal a 73 grados de temperatura. Los locales sienten orgullo por esta atracción natural, tanto que forma parte del escudo de la ciudad, representado por un león coronado -sello de la realeza- que anda sobre tres olas.

Una ola representa el géiser, otra el arroyo Tepla con su fondo delatando la herrumbre de sus aguas, y la tercera el río Eger, a donde vierte sus aguas el arroyo

 

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