Lleva cerca de dos décadas abriendo cada día su puesto de carnes en Mercamadrid y nunca imaginaba que se enfrentaría a pasillos casi vacíos en este merca.
Lleva cerca de dos décadas abriendo cada día su puesto de carnes en Mercamadrid y nunca imaginaba que se enfrentaría a pasillos casi vacíos en este merca, pero son tiempos extraordinarios de confinamiento y todo es excepcional: incluso le hace la compra y se la lleva a clientes confinados.
Su rutina, según cuenta a Efeagro, ha cambiado mucho de la noche a la mañana, porque SoloBuey, la carnicería que gestiona junto su hermano -cuatro generaciones después de su fundación-, ha dejado a un lado los pedidos a la hostelería que centraban gran parte de su negocio por la venta online.
Supone un cambio en la forma de hacer, pero se han visto obligados a ello porque los restaurantes están cerrados y la gente, encerrada en sus casas, quiere carne de calidad y a un “click” de distancia.
Fue ella la que hace dos años se “empeñó” en abrir este canal por Internet y estaba aún arrancando (representaba el 5 % total de sus ventas) cuando la irrupción del coronavirus ha hecho que todo cambie: se han “disparado” las ventas online y le piden carne fresca no sólo desde Madrid, sino también desde Barcelona o Sevilla.
La pandemia ha sido disruptiva en todos los sentidos y también han potenciado sus pedidos por teléfono, y ya están despachando más carne de la normal por ese medio.
En ese caso, normalmente son personas mayores de Madrid, muchas de ellas nuevos clientes, que le llaman para que les lleve carne a su domicilio, pero de paso le preguntan si tiene leche, yogures o pan, y ella no duda en darse una vuelta por el merca y hacerles la cesta de la compra completa.

“Se trata de ayudar lo máximo que pueda. Ya que estoy en Mercamadrid, no me cuesta llevarles la compra, sobre todo si ves que es gente un poco mayor y están solos”, añade.
Por lo demás, el “ambiente” que hay ahora en el mercado de carnes de Mercamadrid es “un poco triste”, reconoce, porque “normalmente” hay carniceros, “movimiento, vida”, y ahora “todo está bastante irreconocible: una pena”.
María no se olvida en estos momentos difíciles de sus clientes del sector de la restauración y suele hablar con ellos: “Están preocupados”, no sólo por el cierre actual, sino por cómo será la vuelta a la rutina, ya que intuyen que las personas “tendrán miedo” a la hora de ir a los restaurantes.
“Cuando todo acabe, a ver cómo salimos de esta situación porque es complicado”, afirma.
Pero ella está decidida a seguir aguantando y restando días a este estado de alarma para que cuando finalice pueda continuar con el negocio que en 1912 abrió su bisabuelo Santiago en la madrileña calle de Serrano y que, con el tiempo, acabó instalado en Mercamadrid.