Claustro de Trie antes de su renovación. METROPOLITAN DE NUEVA YORK.

Claustro de Trie antes de su renovación. METROPOLITAN DE NUEVA YORK.

NUEVA YORK

Los Cloisters: oasis de la vieja Europa en pleno Manhattan

Publicado por: Mateo Sancho Cardiel/EFE Reportajes 15 de agosto de 2013

Si ir al British Museum es lo más parecido a viajar a Egipto sin salir de Londres o en Berlín se pueden encontrar el altar de Pérgamo, de la Grecia Clásica, o la mesopotámica puerta de Isthar, en Manhattan se puede visitar la antigua Europa en el oasis medieval de Los Cloisters, museo que cumple ahora 75 años.

En el extremo noroeste de Manhattan, con vistas al río Hudson, existe un reducto de paz y tranquilidad donde, en medio de la vegetación, emerge un conjunto de arquitectura europea medieval: Los Cloisters, un museo que depende del Metropolitan de Nueva York y que recrea una fantasía de John D. Rockefeller. Un lugar al que muchos neoyorquinos acuden para encontrar ese recogimiento que no es tan fácil de hallar en una ciudad conocida por sus rascacielos.

“Es muy romántico venir aquí. Es tan famoso tanto por las vistas sobre el Hudson, como por su arte. Si lo visitas cualquier día ves a gente sentada que no está quizá viendo arte, sino mirando las flores, escuchando los pájaros… Disfrutando la tranquilidad de este refugio que te hace difícil de creer que estés a 20 minutos del centro de Manhattan”, explica el comisario de este museo, Timothy B. Husband

Pero, ¿cómo pudo hace 75 años aparecer, en medio de un parque que nació a principios del siglo XX, un señuelo de monasterio con siete claustros originales de arte del siglo XII y XIII, época en la que la ciudad de Nueva York no existía como tal?.

El escultor estadounidense George Grey Barnard era el propietario de la mayoría de las piezas que se exhiben hoy en Los Cloisters

En una época en la que el Viejo Continente infravaloró algunos de sus movimientos artísticos o descuidó su patrimonio, en Estados Unidos no tardaron en ver el potencial, no solo de esas vanguardias que se revalorizaron con el tiempo, sino esas piezas de arte medieval que eran fáciles de comprar a buen precio en el sur de Francia y el norte de España.

Grey Barnard: el origen de Los Cloisters

Así lo vio, aunque con miras más cortas, George Grey Barnard (1863-1938). Era un escultor que había estudiado en el instituto de Arte de Chicago y que no encontraba la manera de hacer sostenible su vida bohemia de artista en Francia… hasta que descubrió que podía vender piezas de arte románico y gótico del sur del país en los mercados de arte de París por un precio mucho mayor.

Empezó a hacerse con una colección de capiteles, columnas, arcos de medio punto, vidrieras, altares y pilas bautismales, entre otras muchas piezas, de diferentes localidades del sur de Francia, como las de la abadía benedictina de Saint Michel de Cuxa, en Codalet, o la iglesia gótica de Froville.

Visto su éxito en París, y teniendo en cuenta que en Europa empezaban a ser conscientes del valor de ese arte, empezaron a poner problemas en las aduanas para llevárselo a Estados Unidos. Así, en 1914, Grey Barnard se llevó toda su colección a su país, esperando sacarle allí una rentabilidad todavía mayor y abriendo una modesta galería en Fort Washington Avenue, en Nueva York.

En Estados Unidos, en cambio, el arte medieval no era muy apreciado. “Hasta la primera parte del siglo XX no había gusto por el arte medieval en este país. El contexto puritano, particularmente en el noreste, que se extendió desde Boston hasta Nueva York, Philadelphia y Baltimore, veían con desconfianza todo lo medieval y lo católico”, asegura Husband.

La llegada de Rockefeller

Mientras en el propio Metropolitan el público empezaba a familiarizarse con este tipo de arte gracias a una exposición temporal de la colección de J.P. Morgan de arte europeo, otro gran magnate de Manhattan, John D. Rockefeller, decidía que él también quería una exposición con su marca. O, a poder ser, un museo entero.

Encaprichado con la colección de Grey Barnard, el millonario propuso al Metropolitan crear un espacio para estas piezas de arte románico y gótico, a las que añadiría sus colección de tapices, pero puso un solo requisito.

Los Cloisters, el eificio del museo, fue una idea de John D. Rockefeller, quien lo colocó en el parque que había comprado para tener el contacto con la naturaleza sin salir de Manhattan

“Rockefeller puso como condición que se integraran sus piezas en su parque, que se convirtieran en un espectáculo arquitectónico y él mismo propuso financiar la construcción del edificio, a lo que en el Metropolitan solo pudieron decir ‘gracias, señor Rockefeller”, explica Husband.

El lugar elegido fueron los terrenos de su propiedad en Washington Heights, comprados por él para salvaguardar un espacio en Manhattan para su afición a la naturaleza, y después cedidos al ayuntamiento de la ciudad, comprometida a preservarlos.

Un oasis en la ciudad

Había contratado a Frederick Law Olmsted Jr., el hijo del arquitecto que diseñó el proyecto de Central Park, y coronó este parque, llamado Fort Tryon, con la instalación de esos claustros, Los Cloisters, que coronaran su fantasía bucólica y medieval a la europea.

“Todas las piezas fueron añadidas muy cuidadosamente, hasta integrar exitosamente toda la colección medieval”, dice Husband. Y Rockefeller, que “desde el principio tenía en mente llevarse los claustros a su parque”, pudo cumplir su fantasía.

“Gracias a él, a ese sueño aparentemente loco, tenemos este espacio intacto en Nueva York”, asegura Husband.

Con el paso de los años, la colección fue ampliándose, con adquisiciones como la del ábside del románico segoviano de San Miguel de Fuentidueña en 1958

Y, aunque la Gran Depresión interrumpió su proyecto, por fin en 1935 se pudieron iniciar las obras de Los Cloisters, ese edificio que aglutinaría el arte medieval, en cuyos claustros se recrearían los jardines de los mejores monasterios de la vieja Europa y en cuyas paredes colgarían sus tapices holandeses.

“La gente de la época no sabía nada y no había visto un claustro jamás. Estaba fascinada”, asegura Husband. Pero, por desgracia, el germen del proyecto, Grey Barnard, falleció días antes de que tan peculiar proyecto se abriera oficialmente.

Con el paso de los años, la colección fue ampliándose, con adquisiciones como la del ábside del románico segoviano de San Miguel de Fuentidueña en 1958 y ahora, para celebrar sus 75 años de existencia, han organizado una muestra con esos tapices de Rockefeller centrados en la caza del Unicornio, un animal tan legendario como él mismo y como “sus” Cloisters.

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