En el Parque Natural de la Serranía de Cuenca, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de la Red Natura 2000, se esconde la pequeña población de Uña que fusiona los ecosistemas de la zona.
Uña, pueblo de algo más de un centenar de habitantes superados en número cada fin de semana por los visitantes, atrae por su laguna de origen natural y la alineación de paredes de roca calcárea que la rodean, y que se pueden disfrutar en un recorrido por un sendero fácil y entretenido.
La laguna de Uña, situada a 1.120 metros de altitud y de unas 15 hectáreas de extensión, vio aumentada su capacidad de embalsamiento original -ocupaba algo más de dos hectáreas de terreno- gracias a la construcción de un dique de hormigón en el Arroyo del Rincón y al caudal que recibe desde el embalse de La Toba.
Al abrigo de la naturaleza
De esta manera, la laguna se convirtió en una importante zona de descanso y de nidificación de aves acuáticas, por lo que la primera parada de esta excursión está en el mismo pueblo, en el observatorio instalado junto a la orilla y desde el que se puede contemplar el espectáculo acuático.
Patos, ánades, cormoranes y cigüeñuelas frecuentan este ecosistema, donde prolifera la trucha y vive cómodamente la nutria, al abrigo de una exuberante vegetación formada por endrinos, juncos, zarzas, sauces, chopos y cola de caballo.
En el camino a la piscifactoría y casi enfrente de ésta, un sendero asciende con un desnivel de 386 metros a la Muela de la Madera por el Escalerón y se sumerge en zona de umbría, territorio de ruiseñores y de pino albar, avellano, tilo, tejo, arce, majuelo y roble.

En la parte más alta, una pista forestal conduce a los miradores del Refrentón y del Rincón de Uña, que permiten disfrutar de una vista privilegiada de la laguna y los cortados, así como del impresionante vuelo de los buitres leonados y alimoches.
Además, a lo largo de este cómodo recorrido a través del bosque de pino negral, no es difícil encontrar algún ejemplar de corzo, gamo, muflón o jabalí.
Antes de iniciar el descenso, el sendero se convierte en un vertical y encajonado paso llamado La Raya, donde se abre camino una vegetación rupícola perfectamente adaptada, representada por especies como la hiedra o el geranio silvestre.
La historia asociada a este paso, que hoy día forma parte del GR-66, se remonta siglos atrás, cuando las gentes de Las Majadas que querían bajar a Uña lo hacían por este camino, más corto y seguro.
La ruta termina de nuevo en el pueblo de Uña, tras completar un recorrido circular de casi diez kilómetros sin complicación, aunque el Centro de Interpretación resolverá cualquier duda sobre el tipo de terreno que el viajero encontrará a su paso.
La laguna de Uña fue declarada Refugio de Fauna en 1988 y, hasta hace pocas décadas, su ictiofauna predominante era la trucha común y la loina, especie endémica de los ríos Júcar y Cabriel.
Después se introdujeron otras especies alóctonas, como la perca sol y el gobio, hoy día, junto a la carpa, con predominio absoluto en estas aguas templadas prohibidas al baño y al ejercicio de cualquier deporte náutico.